Mis padres son dos padrazos. Si, se que todos me diréis que a todos nuestros padres nos parecen los mejores pero de verdad que los míos son excepcionales. Llevan 26 años demostrándome cada día que darían la vida por Marta y por mi, y aunque a veces nos peleamos sé que siempre estarán a mi lado.
Mi madre es una luchadora como ya os he dicho en más de una ocasión. Lleva 15 años luchando con el cáncer y conviviendo con el como sólo ella sabe. Desde qué le detectaron el tumor en el pecho (allá por 1997) no ha dejado ni un solo día de tirar para adelante, de sonreír ante la adversidad. Mi tío Arturo le llama la "Ministra de la vida" y creo que se queda corto. Es la única persona que habla del cáncer y desde el respeto por la enfermedad, por supuesto, pero está convencida de la victoria en la lucha contra él y por supuesto es por ella por quién sé que me pondré bien.
Aún no le he oído jamás decirme que tiene miedo o sentir que pierde la fuerza y eso en una situación como la mía es una suerte. No me siento ni la mitad de fuerte que le veo a ella pero trato de hacerle ver que si (aunque a una madre es difícil engañarla).
En toda esta aventura, si hay algo de lo que me siento mal es cuando ella pensó que tenía algo de culpa de mi tumor por temas hereditarios. Tal y como nos han confirmado lado médicos y distintas pruebas el tumor de mi madre y el mío, aunque ambos en el pecho, son totalmente diferentes. Mala suerte y punto mamá. Y aunque hubieras tenido algo que ver qué no te perdonaría yo si me diste la vida...
Lo que sí he heredado de ella aparte de su nariz (que eso no se sí podré perdonárselo) es ese carácter difícil de limar y que cuando ambos se juntan mi casa es lo más parecido a la III Guerra Mundial. También nuestra gana de tenerlo todo controlado, nuestra forma de cuidar de nuestros amigos y familia como una gallina protege a sus polluelos y nuestras incesantes ganas de hacer que todo el mundo se sienta agustito.
Por otro lado, el otro culpable de que yo sea lo que soy es un señor gordito, simpático, que si no le conoces puede que le veas un poco serio y con un pelazo cano que sabemos que no se va a quedar calvo jamás pero que en el que las canas dejan ver el paso de los años y los disgustos que no se merecía pero que la vida le ha puesto en el camino.
Y como siempre pasa cuando la vida le planta un pulso, mi padre calla. En un segundo plano, con cara cabizbaja siento como piensa en todo y se caga en el puto cáncer y en que le vuelva a tocar a una de sus chicas. Después se da la vuelta y con toda la fuerza del mundo tira del carro.
Creo que pocas veces le he visto llorar en mi vida y sólo recuerdo ahora mismo cuando murió mi abuelo y cuando me dijeron a mi que tenía cáncer. Ni siquiera cuando nos dijeron que mi madre estaba muy mal y que se moría vi que se derrumbara. Me cogió del hombro y con una entereza brutal me dijo "vamos cariño, estemos con mamá todo el tiempo que le queda". (Ya sabéis como continuó esa historia porque mi madre sigue en nuestras vidas).
Mi padre es así. No sé de donde saca las fuerzas pero cuanto más le pone a prueba la vida él gira la cara como esperando el siguiente bofetón te mira y sigue para adelante. Porque sí, mi padre es un señor.
Además le queda tiempo para ser un profesional de los pies a la cabeza, de él aprendí mi responsabilidad y tenacidad en el trabajo y mis ganas de hacer bien las cosas. "El catedrático" (como cariñosamente le apodan mis amigos) es capaz de captar el interés de una conversación como si el fuera el único en la sala al mismo tiempo que mete palabrejos que yo no entiendo o dice en un exquisito alemán la palabra "Alzheimer" (esto es una broma que mo hermana y yo entenderemos a la perfección).
Pero si algo me gusta de él es que es un héroe en la sombra y en la batalla contra el cáncer ése es su papel. Con una sonrisa en momentos en los que no le apetece, por su lealtad en acompañarme a cada prueba, análisis de sangre o sesión de quimioterapia siempre y admitir sin discutir mis "papi no hace falta que vengas que hoy viene no se quien".
Pero si algo me gusta de mi papi es su capacidad de mediador y esa manía que ya me ha contagiado de querer darte cada noche un beso de buenas noches.
No pongo fotografía porque no sé si les gustará la idea de aparecer en Internet (cosas de padres) pero les debía este homenaje por los 26 años que llevan caminando a mi lado y por los baches que hemos saltado juntos estos últimos 6 meses.
Papi, mami si soy quien soy es culpa vuestra.
Os quiero
Olga