Este post hace ya casi un mes que debería haberlo escrito y no tendrá ni por asomo la esencia que tiene en mi cabeza cada vez que pienso en él pero como bien dice el refrán "más vale tarde que nunca" y quería compartirlo con vosotros.
El pasado 23 de marzo tuve cita con mi oncóloga y he de deciros que ya llegué al hospital encontrándome regular. Llevaba unos tres días vomitando, sin muchas ganas de comer y con unas decimillas de fiebre por lo que no os sorprenderá que respondiera con un aliviado "vale" cuando mi oncóloga me dijo "Olga, te mando a urgencias y te vas a quedar en planta ingresada". Además, tuve la suerte de que la oncóloga de guardia de ese día era una de mis favoritas, así que, la cosa no iba tan mal.
Llegué a urgencias y después de las respectivas pruebas me subieron a planta. Entonces empezó mi regreso. "Mi regreso al pueblo".
Con esta metáfora del pueblo quiero explicaros cómo me sentí. Hacía casi un año que no volvía a la tercera planta de oncología (aunque me paso alguna vez a saludar) y cuando volví estaba hasta nerviosa porque después de tanto tiempo no sabía qué iba a encontrar.
Y pasó como cuando vuelves a tu pueblo. Algunas cosas siguen igual que siempre y siguen los mismos; hay reencuentros que hacen que se te salten las lágrimas (o que te lleves un sofocón de los grandes, que yo soy muy intensa); otros se han ido y te cuentan cómo están; otros son nuevos y aunque piensas que jamás podrán ser como los que se fueron al final hasta te cautivan...y así, al final te das cuenta de que estar allí de vez en cuando...no está tan mal.
No voy a dar nombres del personal médico que cuida de mi en la tercera pero quiero darles las gracias por lo bien que lo hacen y por hacer que para mi sea como estar en mi pueblo, en mi casa, con mi gente.
Mi gente convirtió el Hospital Gregorio Marañon, como os podéis imaginar, en el centro neurálgico de reunión. La puerta de la habitación se abría en todo momento para que mis amigos me achucharan (a pesar de que mi madre se encargara de mandar un mensaje incendiario a toda mi gente pidiendo que las visitas estuvieran distribuidas) y una de mis enfermeras me decía "Olguita cariño, yo no sé que haces aquí porque te veo estupenda" (y oye pues eso cuando te encuentras un poco puaf, se agradece).
Porque aunque haga el símil con mi pueblo, aunque no me encontrara mal del todo y aunque en la tercera siempre me traten como en casa...no dejas de estar en el hospital y a veces...es inevitable el bajón.
Porque te quedas sola un minuto y te preguntas sí todo estará bien, porque te dicen que al final será una semana la que estarás ingresada y tus 28 años empiezan allí y...otra vez bajón.
Pero de nuevo tu familia, tu gente y "tu pueblo" hacen lo posible para que el 26 de marzo sea más llevadero.
La habitación se llenó de ramos de flores, las chicas de la Asociación Contra el Cáncer me hicieron un regalito, en la bandeja de la comida me felicitaron también en el papelito, vinieron a verme amigos desde muy lejos, mensajes que aún ni he leído porque me llevo panzones a llorar, llamadas, achuchones hasta de mis primas pequeñas, visitas inesperadas, enfermeras del hospital de día, tartas personalizadas...hasta el hombre que vino a arreglar la tele me regaló horas.
A veces es imposible no tener un día inolvidable. Gracias
Y así fui superando mis días ingresada. Con mis bajones, por supuesto, pero también con ataques de risas y con horas de sueño (que me encanta dormir en la cama de hospital).
Ah! Y tengo que hacer especial mención a mi cuñado y a Guillo quienes eran los únicos que conseguían que comiera y así mi cuñado venía cada noche, estuviera quien estuviera, para cumplir su cometido.
Y después de una semanita...me dieron el alta y lo que tardé en comerme una hamburguesa con Ernesto y con permiso de mi oncóloga...corrí a Guardamar, a mi pueblo, pero esta vez a dar yo los achuchones (a mis abuelos) a mimar a los míos, a reencontrarme con mis amigos y que me dieran muy muy buenas noticias, a saludar a la gente y que a pesar de no ser mi mejor momento que me dijeran que estoy más guapa (pero yo les dejo), a ponerme guapa guapa sólo para bajar a la playa (según Ernesto parece que me van a sacar fotos como a las famosas) y a devolverle a través de sonrisas y achuchones a mi gente que me cuidaran tan bien.
Ah!! Y a pegarme unas partidas de parchis con mis primas y mi abuela que quitan todos los males.
Así que, siento mucho haber tardado tanto en escribir y os aseguro que el post de mi pueblo era mucho más guay en mi mente pero lo llevo retrasando tanto...
Pero bueno, sólo quiero decir que viva, que ¡viva mi pueblo! Y que gracias a la gente que forma parte de él.