Hoy me gustaría hablaros de lo que supone psicológicamente para los enfermos de cáncer los cambios físicos que provocan los distintos tratamientos a los que nos exponemos, en mi caso quimioterapia y radioterapia.
Como he dicho en posts anteriores cuando hablas a alguien de cáncer asocia directamente a caída de pelo de la cabeza en principio mucho más dramático para las mujeres que para los hombres.
En mi caso he de decir que puesto que ya había pasado por el cáncer de mi madre y su lucha con su peluca no me resultó tan impactante en el primer momento asumir que mi pelo se caería y tendría que llevar peluca pero...hasta que no te toca no sabes lo que es eso (fue mi primera pregunta a mi oncóloga y lloré, no os engaño).
Así que del brazo de mi madre y del incansable Ernesto nos fuimos a una de las tiendas de pelucas que me recomendaron en el hospital y con la que sigo a día de hoy porque me tratan siempre con cariño, y encima mi peluca ha aguantado perfecta más tiempo del que a priori se estima (y mira que le doy trote).
Os confesaré que como todo en esta enfermedad va a días, y los días que te comes el mundo ves las mil ventajas que tiene llevar peluca: tardas 2 minutos en estar peinada, en verano no pasas calor por la noche, ahorras en peluqueria, en champú, en luz (por aquello del secador y las planchas)...
Pero cuando llevas un mal día te miras al espejo y ves una persona calva o con el pelo muy muy corto que no se parece nada a la persona que eras antes de la enfermedad.
Pero aquí viene mi experiencia personal y mi reflexión que quiero compartir hoy con vosotros.
Cuando veáis que vuestro pelo empieza a caerse, para evitar que sea más impactante la caída cortaros el pelo a lo chico porque así os angustiará la almohada cuando os levantéis y la veáis llenita de pelo pero podréis empezar a poneros la peluca y haceros con ella sin ser un "pelonchi".
Pelonchi. Ése es el cariñoso mote que Ernesto me puso cuando me vio por primera vez sin pelo. También me
encontró parecido a Buzz Light Year y no sé por qué pero me da fuerza. Además me hace mucha gracia cuando mi familia o mis amigos se dirigen a mí como "pelonchi".
Decidí que me gustaba este "juego" de tratar de buscar una forma de hacer más fácil esta experiencia si no por mi, por los que lloran a escondidas mi enfermedad y sufren incluso más que yo mi cáncer, y así decidí bautizar a mi peluca como "cosa" porque es un nombre más personal, más entre ella y yo y así no me costaría tanto referirme a ella.
Cuando le digo a mi padre "papá, ¿me llevas que tengo que ir a lavar a cosa?" pues a mí se me hace más fácil o cuando viajamos "mamá, ¿has metido a cosa?" para mí y para ellos es menos dramática la situación.
Y por ultimo quería compartir mi ultima reflexión acerca de la caída de pelo. ¿Nadie va a comentar la ventaja que supone que no te tienes que depilar durante el tiempo que dure el
tratamiento ya que si cae el pelo de la cabeza también cae el de axilas, piernas, bigote...?
Pero en contraposición también se cae el de las pestañas y el de cejas y éste es el que me está dando lata a mí ahora.
Porque te cambia la expresión de tu cara. Ni pelo rubio, ni moreno, ni largo, ni corto...son las cejas las que marcan tu identidad.
Ya os conté que cuando empecé me hice una micropigmentación para que tuviera una "plantilla" para que cuando el pelo de las cejas se cayera me pintara con un lápiz que ya se encargó mi amiga Alba de regalarme. Pero esta vez la caída de las cejas me pilló cuando el tratamiento ya había empezado y entonces no me podía hacer ya ningún tratamiento en la piel porque no se sabe cómo lo aceptará mi cuerpo.
Y entonces te miras al espejo y ves un pequeño monstruo, y todas tus inseguridades vienen a ti en cuestión de minuto, minuto y medio y empiezas a llorar.
Pero tu gente vuelve a aparecer. Tu madre te recuerda lo mal que se pintaba ella las cejas (doy fe de ello) y te anima a que no dejes que eso te haga venirte abajo; y tu padre ni siquiera se da cuenta de si tu ceja está pintada o no y no sabe qué responder cuando con cara amenazante vas a su cuarto y le dices: "papá, ¿me notas algo raro en la cara?"; y tu novio y tú hermana tampoco saben
que aportar a tu afirmación "doy susto al miedo"...
Pero como he aprendido en esta enfermedad, de repente después de tanto sufrimiento te sorprendes a ti misma cantando en la ducha con todas tus ganas; te pintas las cejas y te guiñas un ojo en el espejo porque sabes que hoy te levantaste mona, a pesar de cosa, de las cejas y de estar hinchada como Falete.
Pero ese día después de pasar por "chapa y pintura" sales a la calle, contoneando tus caderas y en vez de darle "un susto al miedo" decides saludarle, como cuando lo haces con esos vecinos que sabes que se hacen los locos por no saludarte y tú te giras y en voz muy alta y la mejor de tus sonrisas les dices "buenos días".
Nadie dice que esto sea fácil pero hay que sobreponerse y sacar fuerzas de donde crees que no puedes. Porque no hay nada más importante que eso que los médicos y enfermeras llaman "clínica" y es algo así como "el cómo se te ve", es decir, si se te ve animada, con buen aspecto físico...y yo esta última sesión me han dicho que de "clínica" estoy bien así que yo tan contenta.
Y no me bailo unas sevillanas por si en algún careo se me cae cosa, pero los baños de mi casa los dejo como los chorros del oro y estando malita verte con fuerza para limpiar un cuarto de baño...no tiene precio.